¿Es acaso el mercado del arte realmente consciente de los cambios sociales? Artbo y la exclusión en el arte global.
20 September, 2024
En los últimos años, ARTBO, la feria más prestigiosa del arte contemporáneo colombiano, se ha convertido en mira de críticas que exponen tensiones cada vez más marcadas en el mercado del arte. Recientes investigaciones e indagaciones señalan que la feria no ha hecho su tarea en diversificar a nivel local en la visibilización de galerías emergentes y no da lugar a otras propuestas, favoreciendo exclusivamente a agentes consolidados con recursos y prestigio y censurando a nuevas voces. Esto, provoca una homogenieidad en la oferta artística, sumada a un reciente conflicto público que se vio entre el artista David Manzur y la gestora cultural Maria Paz Gaviria, poniendo en evidencia una preferencia institucional por el arte conceptual frente a corrientes modernas. Estas dinámicas, evidencian una tendencia por parte de la feria de limitar la diversidad.
ARTBO, se consolida como uno de los espacios de referencia más importantes para el arte latinoamericano. Ese éxito, trae consigo desafíos y responsabilidades importantes a nivel internacional. Uno de los grandes desafíos se centra en el posicionamiento del arte local en el contexto internacional, y se lograría diversificando la oferta e incluyendo la muestra de propuestas frescas y disruptivas. Restringir el acceso a discursos innovadores, anula la posibilidad de explorar enfoques artísticos variados que reflejen los cambios sociales actuales. El caso de Manzur ilustra un problema estructural en la feria: la tendencia a privilegiar el arte conceptual sobre expresiones que valoran más la técnica que la idea. Esto ha marginado a artistas consagrados como Manzur, así como a ganadores de premios como Nadia Granados, demostrando la necesidad de luchar contra narrativas dominantes que siguen excluyendo a colectivos diversos, incluyendo mujeres, artistas queer, afrodescendientes y neurodivergentes.
Este fenómeno no es exclusivo de la Feria Internacional de Arte de Bogotá. En bienales y ferias internacionales se observa también la exclusión de artistas emergentes y diversas. A pesar del discurso sobre inclusión y diversidad, museos y galerías en centros culturales como Nueva York y Londres continúan privilegiando a artistas de renombre, principalmente europeos y estadounidenses blancos. Estas prácticas además de perpetuar una visión limitada del arte consolidan una hegemonía que dificulta el reconocimiento de voces alternativas y estilos más locales o tradicionales. El arte conceptual sigue dominando las narrativas, dificultando que otras formas de expresión encuentren un espacio legítimo. A nivel internacional, los movimientos sociales que buscan mayor equidad e inclusión están reformulando las expectativas en diversos sectores. Sin embargo, el mercado del arte ha mostrado cierta resistencia. Resulta ridículo pensar que este mercado se resista, debido a que la inclusión promueve la sostenibilidad de un sector pauperizado por dinámicas sociales, económicas y políticas que constantemente lo ningunean.
¿No es el arte y la investigación científica los dos ejes principales en el desarrollo de la humanidad? Viendo esta muestra de Artbo, y percibiendo las barreras que excluyen las voces de artistas tanto reconocidos como emergentes, me hacen cuestionar la realidad en que vivimos y los cambios que debemos hacer para mitigar estos fallos en el sistema. La desigualdad en Artbo no es más que el reflejo de la desigualdad como colombianos. A pesar de tener una gran riqueza cultural, adaptativa y creativa en nuestros artistas plásticos y visuales, se sostiene un sistema desigual que no refleja los valores de equidad que se demandan socialmente.
El arte ha sido históricamente una herramienta poderosa para investigar la realidad, las experiencias humanas y la relación entre el ser humano y la naturaleza. Durante el Renacimiento, figuras como Leonardo da Vinci combinaban ciencia y arte para explorar el mundo de manera holística. Hoy en día, esta convergencia es igual de relevante. Proyectos artísticos contemporáneos en colaboración con la investigación científica abordan cuestiones tan complejas como la biotecnología, el cambio climático y la neurociencia. Un ejemplo es el artista Olafur Eliasson, cuyas obras invitan a reflexionar sobre el impacto del ser humano en la naturaleza, alineándose con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. En este sentido, la investigación artística no solo refleja los avances científicos, sino que también los interpreta desde perspectivas éticas y sociales, facilitando una comprensión más profunda y crítica de los problemas globales.
La investigación artística no solo adopta conocimientos científicos, sino que además cuestiona las implicaciones éticas, sociales y humanas de estos avances. Este diálogo entre ciencia y arte ofrece una interpretación más rica de los desafíos globales actuales. Por ejemplo, proyectos artísticos que abordan el cambio climático permiten reflexionar sobre la relación del ser humano con el medio ambiente, creando conciencia y movilizando a la sociedad hacia soluciones sostenibles. De esta forma, el arte no solo acompaña, sino que también potencia los esfuerzos hacia los ODS, especialmente en áreas como la educación de calidad, la acción por el clima y la reducción de las desigualdades.
Desligar la ciencia del arte sería perder una oportunidad única para comprender cómo los cambios sociales y científicos afectan el mundo actual. Al mantener esta convergencia, no solo se fomenta la innovación, sino que también se facilita una comprensión más profunda de los problemas que enfrentamos y cómo podemos abordarlos desde una perspectiva integral y sostenible.
¿Es el mercado del arte consciente de los cambios sociales?
La pregunta es inevitable: ¿Es el mercado del arte realmente consciente de los cambios sociales actuales? Si bien existen indicios de que algunos actores están ajustando sus prácticas, la realidad muestra que el sistema continúa favoreciendo prácticas coloniales. Ferias como ARTBO, que podrían ser plataformas para democratizar el acceso al arte, parecen atrapadas entre la necesidad de mantener su prestigio y la de abrirse a otras realidades. Una tendencia que se vio en la austera muestra de este año. En donde las dinámicas elitistas que excluyen a quienes no se ajustan al modelo imperante reinaron. La oportunidad de cambiar este rumbo está en manos de los actores clave, y los coleccionistas juegan un papel fundamental. Apoyar a artistas emergentes y diversas corrientes artísticas no es solo una inversión en la innovación creativa, es también un compromiso con un futuro más equitativo y plural.
Un llamado a los coleccionistas:
El mercado del arte se encuentra en un punto de inflexión. A medida que los movimientos sociales exigen mayor equidad e inclusión, el arte no puede quedarse al margen de estos cambios. Las ferias como ARTBO reflejan tensiones entre lo nuevo y lo tradicional, entre lo emergente y lo consolidado. Los coleccionistas tienen la oportunidad de influir directamente en el rumbo del mercado apoyando una mayor diversidad de artistas y galerías. Al incorporar en sus colecciones propuestas frescas y diferentes estilos, no solo enriquecen su acervo, sino que también contribuyen a un cambio necesario para que el arte contemporáneo refleje verdaderamente la riqueza cultural de nuestra sociedad. Al final, el arte debe ser un espacio donde todas las voces, sin importar su origen o estilo, puedan ser escuchadas.
El arte, más que una inversión, es un catalizador de cambio social.
ARTBO, se consolida como uno de los espacios de referencia más importantes para el arte latinoamericano. Ese éxito, trae consigo desafíos y responsabilidades importantes a nivel internacional. Uno de los grandes desafíos se centra en el posicionamiento del arte local en el contexto internacional, y se lograría diversificando la oferta e incluyendo la muestra de propuestas frescas y disruptivas. Restringir el acceso a discursos innovadores, anula la posibilidad de explorar enfoques artísticos variados que reflejen los cambios sociales actuales. El caso de Manzur ilustra un problema estructural en la feria: la tendencia a privilegiar el arte conceptual sobre expresiones que valoran más la técnica que la idea. Esto ha marginado a artistas consagrados como Manzur, así como a ganadores de premios como Nadia Granados, demostrando la necesidad de luchar contra narrativas dominantes que siguen excluyendo a colectivos diversos, incluyendo mujeres, artistas queer, afrodescendientes y neurodivergentes.
Este fenómeno no es exclusivo de la Feria Internacional de Arte de Bogotá. En bienales y ferias internacionales se observa también la exclusión de artistas emergentes y diversas. A pesar del discurso sobre inclusión y diversidad, museos y galerías en centros culturales como Nueva York y Londres continúan privilegiando a artistas de renombre, principalmente europeos y estadounidenses blancos. Estas prácticas además de perpetuar una visión limitada del arte consolidan una hegemonía que dificulta el reconocimiento de voces alternativas y estilos más locales o tradicionales. El arte conceptual sigue dominando las narrativas, dificultando que otras formas de expresión encuentren un espacio legítimo. A nivel internacional, los movimientos sociales que buscan mayor equidad e inclusión están reformulando las expectativas en diversos sectores. Sin embargo, el mercado del arte ha mostrado cierta resistencia. Resulta ridículo pensar que este mercado se resista, debido a que la inclusión promueve la sostenibilidad de un sector pauperizado por dinámicas sociales, económicas y políticas que constantemente lo ningunean.
¿No es el arte y la investigación científica los dos ejes principales en el desarrollo de la humanidad? Viendo esta muestra de Artbo, y percibiendo las barreras que excluyen las voces de artistas tanto reconocidos como emergentes, me hacen cuestionar la realidad en que vivimos y los cambios que debemos hacer para mitigar estos fallos en el sistema. La desigualdad en Artbo no es más que el reflejo de la desigualdad como colombianos. A pesar de tener una gran riqueza cultural, adaptativa y creativa en nuestros artistas plásticos y visuales, se sostiene un sistema desigual que no refleja los valores de equidad que se demandan socialmente.
El arte ha sido históricamente una herramienta poderosa para investigar la realidad, las experiencias humanas y la relación entre el ser humano y la naturaleza. Durante el Renacimiento, figuras como Leonardo da Vinci combinaban ciencia y arte para explorar el mundo de manera holística. Hoy en día, esta convergencia es igual de relevante. Proyectos artísticos contemporáneos en colaboración con la investigación científica abordan cuestiones tan complejas como la biotecnología, el cambio climático y la neurociencia. Un ejemplo es el artista Olafur Eliasson, cuyas obras invitan a reflexionar sobre el impacto del ser humano en la naturaleza, alineándose con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. En este sentido, la investigación artística no solo refleja los avances científicos, sino que también los interpreta desde perspectivas éticas y sociales, facilitando una comprensión más profunda y crítica de los problemas globales.
La investigación artística no solo adopta conocimientos científicos, sino que además cuestiona las implicaciones éticas, sociales y humanas de estos avances. Este diálogo entre ciencia y arte ofrece una interpretación más rica de los desafíos globales actuales. Por ejemplo, proyectos artísticos que abordan el cambio climático permiten reflexionar sobre la relación del ser humano con el medio ambiente, creando conciencia y movilizando a la sociedad hacia soluciones sostenibles. De esta forma, el arte no solo acompaña, sino que también potencia los esfuerzos hacia los ODS, especialmente en áreas como la educación de calidad, la acción por el clima y la reducción de las desigualdades.
Desligar la ciencia del arte sería perder una oportunidad única para comprender cómo los cambios sociales y científicos afectan el mundo actual. Al mantener esta convergencia, no solo se fomenta la innovación, sino que también se facilita una comprensión más profunda de los problemas que enfrentamos y cómo podemos abordarlos desde una perspectiva integral y sostenible.
¿Es el mercado del arte consciente de los cambios sociales?
La pregunta es inevitable: ¿Es el mercado del arte realmente consciente de los cambios sociales actuales? Si bien existen indicios de que algunos actores están ajustando sus prácticas, la realidad muestra que el sistema continúa favoreciendo prácticas coloniales. Ferias como ARTBO, que podrían ser plataformas para democratizar el acceso al arte, parecen atrapadas entre la necesidad de mantener su prestigio y la de abrirse a otras realidades. Una tendencia que se vio en la austera muestra de este año. En donde las dinámicas elitistas que excluyen a quienes no se ajustan al modelo imperante reinaron. La oportunidad de cambiar este rumbo está en manos de los actores clave, y los coleccionistas juegan un papel fundamental. Apoyar a artistas emergentes y diversas corrientes artísticas no es solo una inversión en la innovación creativa, es también un compromiso con un futuro más equitativo y plural.
Un llamado a los coleccionistas:
El mercado del arte se encuentra en un punto de inflexión. A medida que los movimientos sociales exigen mayor equidad e inclusión, el arte no puede quedarse al margen de estos cambios. Las ferias como ARTBO reflejan tensiones entre lo nuevo y lo tradicional, entre lo emergente y lo consolidado. Los coleccionistas tienen la oportunidad de influir directamente en el rumbo del mercado apoyando una mayor diversidad de artistas y galerías. Al incorporar en sus colecciones propuestas frescas y diferentes estilos, no solo enriquecen su acervo, sino que también contribuyen a un cambio necesario para que el arte contemporáneo refleje verdaderamente la riqueza cultural de nuestra sociedad. Al final, el arte debe ser un espacio donde todas las voces, sin importar su origen o estilo, puedan ser escuchadas.
El arte, más que una inversión, es un catalizador de cambio social.
